José Miguel Polo: “Con James yo hubiera hecho lo mismo que Iñigo”
Fue el goleador azulón en el mítico Rayo-Getafe (1-1) del 5 de junio de 1977, que supuso el primer ascenso de los franjirrojos a Primera y la salvación de los getafenses.

José Miguel Polo (Almería, 1950) cambió la brisa del mar por Puertollano para iniciar su carrera con solo 15 años. Jugó en el Levante, el Ibiza, el Mallorca, Osasuna... pero hizo historia en el Getafe Deportivo. Él fue el culpable de que a su hermano pequeño, Salus, le picara el gusanillo del fútbol. Le marcaron dos entrenadores, Pepe Alzate y Héctor Núñez, y cuando colgó las botas dio el salto a los banquillos. No se quería separar del balón, como tampoco lo había hecho de los libros. Cuando dejó los estudios con 12 años, encontró en ellos las respuestas a su constante curiosidad. A su sed de aprender. A su mente inquieta. Esa que ha heredado su hija Paula, quien ilustró el segundo de sus libros. El primero lo escribió en activo. Su poesía fue todo un acto de rebeldía. Esa que mostró siendo técnico de los filiales de Atleti, Rayo y en las categorías inferiores azulonas. La música clásica y su admirado Serrat son la banda sonora de la vida de un histórico azulón. De un futbolista que rompió los moldes...
—¿Recuerda aquel histórico Rayo-Getafe de la 1976-77?
—El Rayo era superior a nosotros, pero temía perder porque los partidos así no se controlan y nosotros teníamos mucha necesidad. Estábamos nerviosos, tensos...
—¿Cómo estaba Vallecas?
—Lleno. Siempre me gustó jugar en el campo del Rayo y más estando la cosa calentita. Me había hecho una fisura en el hombro el domingo anterior ante el Cádiz. El médico, Rafa Hernández, me descartó, pero yo quería estar ahí. Le convencí para que me infiltrase. Empecé en el banquillo y el míster, Segura, me dijo que según fuese la cosa me sacaría o no.
—La primera parte acabó 0-0 y con la grada cantando: ‘Que se besen’.
—Estábamos más pendientes de no encajar que de marcar. Con el gol de Felines, aquello se desató. Nos quedamos alucinando porque quien le marcaba era Cruz, que medía 1,85. No le hicimos caso y remató fenomenal, girando la cabeza y mandando el balón por la escuadra.
—Entró usted y revolucionó todo.
—Tuvimos varias ocasiones, pero no acertábamos. Me llegó una pelota entre un bosque de piernas y le pegué con la izquierda, que no es la mía, sin pensar mucho.
—¿Celebraron la salvación?
—Sería algo muy leve porque ni me acuerdo. Fue un alivio más que nada y no tuvimos ni fuerza para festejar.
—Siempre se habló de pasteleo.
—Guzmán se rompió el cruzado y hubo choques fuertes. Nadie había pactado nada. Cuando empatamos, todos pensamos que era mejor no hacer el chorra.
“No me gusta su Getafe. Hace un fútbol muy previsible”
Bordalás
—¿Le caía bien el Rayo?
—Sí, de siempre. Yo era muy amigo de Chufi, desde que coincidimos en el Calvo Sotelo. Me reía mucho con él. Un día veníamos de jugar fuera y paramos en un sitio a tomar algo. Le dijo al camarero: “¿Tiene cambio de 300.000 pesetas? Acabamos de cobrar y no tenemos suelto”. Felines, Potele, Francisco, Salazar, Landáburu… también eran amigos míos. Jugué con Francisco en el Getafe y ambos éramos centrocampistas. A uno de los dos siempre le hacían un marcaje al hombre y le decía: ‘Quique, muévete por donde sea, que hoy me toca a mí hacer de tonto’.
—Los dos goleadores de ese partido se volvieron a encontrar en el Getafe Deportivo. ¿Cómo era Felines de entrenador?
—Era muy serio entrenando, responsable, no admitía mentirosos en el fútbol, ni vividores. Era muy bueno.
—También lo era como jugador y se llevaba muchas patadas...
—Era otro fútbol. Hay una anécdota muy buena de Rexach. Cuando fueron a jugar a Granada, pasaron por delante de la Plaza de Toros y decía: ‘¡Ay, toreros, qué suerte tenéis que hoy no jugáis en Los Cármenes!’. Fíjate cómo serían. A mí Gustavo Benítez estuvo a punto de dejarme cojo.
—¿Qué recuerdos guarda del Getafe?
—Con 22 años tuve un palo muy gordo y empecé a levantarme cuando vine a Getafe. Las cosas me fueron tan bien que me vendieron a Osasuna. De hecho, fui el primer traspaso del Getafe por unos cinco millones. Luego volví y viví mi mejor momento con Fernando Mata como preparador físico.
—Dio el salto a los banquillos...
—Era una forma de seguir cerca del balón, pero realmente no tiene nada que ver. Debes tener unas espaldas anchas y unas tragaderas enormes. Yo no tengo ni lo uno ni lo otro. Dirigí al Atlético Madrileño, al Rayo B, al Majadahonda, al Móstoles, al Parla, al Valdemoro, al Fuenlabrada, a los juveniles del Getafe…
—¡Solo le faltó el Real Madrid!
—Me llamó Del Bosque, porque hicimos el curso de entrenadores juntos, pero había dado mi palabra a los chavales del Getafe de que continuaría con ellos.
—Tuvo de presidentes a Gil y Ruiz-Mateos…
—No tenían nada que ver. Gil se metía más en temas deportivos. Ruiz-Mateos era simpático. Nos llevó a una comida y nos preguntó: ‘¿Eres de izquierdas o de derechas?’. Todos dijeron que de derechas y yo respondí: ‘Soy humanista’. Me contestó: ‘Eres muy inteligente porque me has convencido y no has dicho nada’.
“Mi primer libro es de poesía y el otro, de relatos sobre mi vida”
Escritor
—¿Cómo ve al Getafe de Bordalás?
—No me gusta. Hace un fútbol muy previsible... Quizá soy demasiado exigente.
—¿Y al Rayo de Iñigo Pérez?
—Me gusta. Además, Iñigo me parece un tipo con personalidad. Con James hizo lo que hubiese hecho yo. Si tú no corres y no presionas, no juegas. Te llames como te llames. Yo a Manolito Alfaro le paré los pies un día porque le quiso quitar un penalti a Patri, que era nuestro lanzador habitual. También me gusta Pedro Díaz. Es un jugadorazo.
—En 1980, siendo futbolista, escribió el libro de poesía Sueño de siesta.
—Siempre fui un atrevido. Me gustaba escribir y leer. Tengo más de 3.000 libros en casa, clasificados por zonas geográficas...
—En 2018 publica Al sur de la memoria.
—Son relatos cortos en los que hablo de mi vida, desde un prisma irónico, nostálgico… He rescatado recuerdos de gente que ha significado mucho para mí.
—¿Quiénes son sus escritores favoritos?
—John Banville, que escribe bajo el seudónimo de Benjamin Black; António Lobo Antunes; Juan Filloy; Enrique Vila-Matas…
—No es el típico futbolista...
—Huyo de las reglas impuestas. Mi mayor aspiración siempre ha sido ser anónimo y no tener que dar cuentas a nadie. Vivir a mi manera...
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