Joaquín Caparrós, capítulo IV
El entrenador utrerano intenta de nuevo reconducir el rumbo del Sevilla desde su banquillo, ante un Alavés muy necesitado y en un Nervión de uñas.


Comienza el cuarto reinado de Joaquín Caparrós Camino en el banquillo del Sevilla. El utrerano siempre llegó a Nervión en época de vacas flacas y cumplió fielmente con su cometido. En 2000, para ascender a un club en el que (en palabras del entonces presidente Roberto Alés) “no había ni para balones”. En 2018, para dejar en Europa a un equipo que había salido abrupta y casi cómicamente de competición continental, en Praga, con Pablo Machín. Y en 2019 para enderezar también hacia la parte alta de la tabla algún desmán de Vincenzo Montella.
Por eso y por algunas cosas más, Caparrós es leyenda. Se ganó el derecho y la obligación de amortiguar una nueva y aún más abrupta caída en este Sevilla desastroso y desastrado al que no ha sabido acabar de salvar del descenso García Pimienta. El nombramiento de Joaquín, esperan los dirigentes, rebajará la tensión del Ramón Sánchez-Pizjuán en busca de esa victoria, este domingo ya, que certifique virtualmente la permanencia. El clima se ha vivido casi irrespirable en los últimos tiempos y parece evidente que eso no ayudó ni contra el Athletic ni ante el Atlético (sigue el partido de hoy en directo en As.com).
Intentará pescar en ese río (menos) revuelto un Alavés muy necesitado aunque todavía fuera de los puestos de descenso tras perder por la mínima contra el Real Madrid. Aquel encuentro dejó la defensa babazorra hecha unos zorros, sin tres de sus piezas titulares: el lesionado Aqbar y los sancionados Mourinho y Manu Sánchez. Coudet deberá recomponer un once en el que no faltará el hijo pródigo Joan Jordán, cedido en Vitoria después de unos convulsos últimos tiempos como sevillista.
Caparrós promete sencillez y sentido común, por eso es posible que se encomiende al clásico 4-4-2. Le falta Kike Salas, que cumple sanción, pero se arropará con canteranos como Carmona, Isaac o incluso Juanlu. Discurso y movimientos tribales que, espera el utrerano, pongan a la grada de su parte.
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